lunes, 29 de agosto de 2016

Lopecinas y zapopinas

El Juli modifica el final del lance de la zapopina a modo de chicuelinas, lo convierte en quite y nace el quite de las lopecinas. Tal y como dice el propio Zapopan: "El Juli elevó esta suerte de remate a su condición de quite".


A Julián López "El Juli" estas cuestiones nunca le han importado. Como tampoco se preocupa en desmentir, por ejemplo, cuando aún se le dice "el torero de Velilla", a pesar de haber vivido en otros lugares muchos más años que en esta localidad madrileña. Lo único que le importa es torear, la grandeza de la tauromaquia. Pero viendo ciertas confusiones sobre este quite, va siendo hora de aclarar definitivamente la historia de esta brillante suerte del toreo de capa.

El Juli, en su etapa en México como novillero, conoció en Guadalajara al matador Miguel Ángel Martínez “El Zapopan”, posiblemente uno de toreros con más inquietudes por la variedad y la luminosidad del toreo de capote. Entre otras suertes, El Zapopan le mostró una original manera de desplegar el capote. Ese espectacular abaniqueo lo utilizaba el mexicano como recorte para rematar un quite: la zapopina. También lo practicaba por arriba, a modo de faroles: la zapopina afarolada y los faroles tapatíos.

Cuando regresó a España, El Juli, tras el habitual entrenamiento de toreo de salón, jugaba con el capote y recordando también lo que le había visto a El Zapopan con los faroles tapatíos. “En un momento pensé que en vez de por arriba, mejor por abajo”, como dijo en una entrevista en Tendido Cero. ¿Y cómo lo convirtió en quite? Pues modificando el lance, el final del mismo, como si fuera una chicuelina, y de este modo poderlo repetir tres o cuatro veces hasta el remate: las lopecinas.    

Esta es la única verdad y la realidad, como comenta el propio Miguel Ángel Martínez “El Zapopan” en su libro “Alas de Mariposa”, con la categoría que tienen los buenos toreros: 


El Juli, tras ensayarlo en el campo, mostró el quite por primera vez en público el 9 de septiembre de 1998 en una novillada en Mérida, aunque tenía previsto estrenarla en su encerrona en Las Ventas pocos días después. Javier Hurtado, periodista de RNE, la bautizó como la lopecina, ya que anteriormente se nombró como escobinas otra suerte que Julián había creado en homenaje al apellido materno: Escobar.

Ahora, en el dominio total de las cordobinas, El Juli ha ido un paso más allá, y en una vuelta de tuerca más ha creado “las julinas”, bautizadas así por Carrusel Taurino, el programa taurino de Radio Andalucía, en plena retransmisión de la corrida de Almería. Estas “julinas” son las cordobinas finalizadas como chicuelinas, haciendo un bellísimo movimiento de capote alado. Recuerdan a las escobinas y al inicio de las orticinas, pero en este caso, en la orticina, se gira como en la navarra, y en la julina en sentido contrario a la embestida del toro.

Es una muestra más de su inaudita creatividad. Esa que impactó cuando llegó con fuerza al planeta taurino, recuperando suertes en desuso y creando otras, aunque no las haya bautizado. En su histórica temporada del 98 rescató, entre otras muchas, las caleserinas, las tijerillas, el ojalá o las valentinas. En los últimos tiempos, rizando el rizo, ha sido el primero en practicar suertes sin nombre, pues son combinaciones de lances: como la chicuelina con la cordobina o con la tafallera (no confundir con las altaneras). O la navarra también con cordobinas y tafalleras. Hasta ha redondeado en círculos el lance lineal de Jesús Córdoba y bien podría ser considerada una suerte nueva.   

Pero aún hay más. Ya que gracias al video salen joyas capoteras de Julián en aquella temporada mexicana. Sorpresas que dentro de poco se rescatarán del baúl de los recuerdos.

La maravilla del toreo de capa.

La zapopina:


Las lopecinas:

Los faroles tapatíos:


Las Julinas:



lunes, 26 de marzo de 2012

Cinco cuartos de hora

Al sortear la yincana de obstáculos en que se ha convertido la plaza de Felipe II imagino la polvareda que levantarían los centenares de gallistas sacando en hombros a su joven dios. Joselito, con apenas dos cursos como matador de toros, se había convertido en el amo y señor de la de Edad de Oro de la tauromaquia. Mucho tuvo que ver esa tarde en la que mató siete toros en cinco cuartos de hora.
Y algunos le pitaron, pocos la verdad, cuando la espada viajó caída para finiquitar al primer colmenareño de Vicente Martínez. Otros en cambio le obligan a no banderillear al zaíno que hace segundo, no vaya a ser que no pueda con todos. Bondadosa ignorancia. A unos y a otros deja Joselito con la boca abierta al ensayar tres naturales ligados… ¡En redondo!
Arrecia el clamor recibiendo al berrendo que hace tercero con recortes capote en brazo. Se acuerdan de un tal Reverte… Y del brazo pasa el capote a los hombros con ese quite del bú. A Gallito le han salido las alas.
Al cuarto toro le agarrará un cuerno y momentos después también la oreja, la forma de premiar al torero, tan novedosa como ese toreo en redondo que había intentado antes. Joselito ya no deja intervenir a nadie, todas las palmas del toreo han de ir para él. Sonríe a quien le pide que descanse. El público ya no encuentra forma de aclamar la inaudita maestría y arrojan sus sombreros. Otra vez coge los palos y citando con uno de esos sombreros que aún hierve de entusiasmo quiebra con perfecta precisión. Blanquet mete el capote cuando el berrendo hace hilo al mejor de los toreros. Ahora decide José intercambiar los papeles para el lucimiento de su peón de confianza. Y la gente que se quedó sin entradas hacen apuestas de a qué viene tanto jaleo. Una oreja más para concluir la gesta.
Cuando le bajan el capote de seda desde la barrera oye una voz. “¿Ha dicho un toro más? Pues ea”. Fue el toro más manso de la tarde, pero Gallito lo ahorma y hace de él una piltrafa. Sólo han pasado cinco cuartos de hora. El sol aún broncea la puerta grande por la que sale el mejor de los toreros acompañado de la multitud.
Un siglo impide que me arrollen.

lunes, 12 de marzo de 2012

¡A los toros! (y 2)

…No anda afortunado Joselito en los sorteos, que pleno de maestría se resigna: “Suerte que tiene uno”.
Gaona se ha llevado el toro de la corrida. Elegante como siempre, algo adocenado, pero en su momento. A la gente le ha llegado y le aplaude con fuerza en la vuelta al ruedo. Belmonte no lo ve por ningún lado y en silencio despectivo se retira a barreras. Sánchez Mejías, que había pareado tan valiente como suele al primero de Gallito, estaba siendo el protagonista de la tarde. Pero para su segundo toro solicitó José los palos, que compartió con Gaona. A algunos, por ignorancia o por fastidiar, les dio por pedir la participación de Belmonte. Los cuatro pares que dejaron Gallito y Gaona, dos por figura, enardecieron la plaza. Y ya no existían más toreros en el mundo. Empezaron a surgir gritos que se contagiaban como un virus: “¡Los dos solos! ¡Joselito, Gaona, y nadie más! ¡Una corrida para los dos solos!” ¿Quién recordaba a ese que en la corrida de la Cruz Roja puso Madrid boca abajo? Juan… ¿Qué?
Cuando tocaron a matar, ese quinto toro estaba tan desfondado y mareado como el público.
Salió el último de Concha y Sierra. Lo recibió Belmonte destacando en los remates. Las gaoneras de Gaona hizo olvidar lo realizado por Juan, y los lances suaves y largos de Joselito borró todo lo anterior. Cuando a Belmonte le entregaron la muleta y la espada, nadie podía pensar que en ese momento se marcaría una línea divisoria en la historia del toreo. Nadie antes había toreado así. Quién podía imaginar que se podía recoger la embestida en un natural y en los mismos vuelos ligar el de pecho. Y sin moverse. Una y otra vez. Sacando tripa para que vean que él no se encorva. Y un molinete al ralentí y maravilloso, de otro mundo, y otro ligado más terrenal. Y la estocada…
Al caer el toro bajaban los espectadores hipnotizados, palpando suavemente a ese ser transfigurado que había reinventado el arte de torear. ¿Quién se acordaba que había que pedir la oreja? Sólo un terremoto es capaz de que se ignore el protocolo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Curro Puya

Desde la ventana no me da la vista para localizar donde andaba la clínica del doctor Crespo. Bajo a la calle, y por Goya llego a Doctor Esquerdo. Aquí, en esta esquina, dejó su último aliento el rey de la verónica.
Vestido de plomo y plata apareció Francisco Vega de los Reyes en el coso de la Carretera de Aragón.
¡Qué no daría yo por verle bajar las manos con ese capotillo de seda! Fuiste el primero y fuiste el mejor.
Pero fue en un ayudado, al comienzo de la faena, cuando Fandangero le arrastró a cornadas, la tercera y última la peor. Tras dos meses y medio de terroríficos gritos en una de las agonías más penosas se fue el inmenso artista Gitanillo de Triana.
Un minuto de silencio.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¡A los toros!

La imaginación logra que al abrir la ventana de mi casa desaparezca ese descomunal edificio donde los fines de semana juegan con un balón naranja tipos de dos o tres metros, y acampan adolescentes para que pasado mañana sean ellas las que se lleven la gota de sudor de su ídolo mientras se emplea ante el micro.
Se dibujan en mi mente las imágenes de fastuosos coches de caballos arribando a la plaza de Felipe II repletos de damas abanico en mano y caballeros de moldeados bigotes. Mientras se ajustan el sombrero y van ayudando a las señoras a desalojar el carruaje atrona el ambiente la llegada del tranvía, donde media docena de hombres han logrado llegar sin descolgarse de la parte de atrás.
Les asalta un crío abrazando un montón de panfletos. Despega uno:
-¡A los toros!
Medio Madrid anda por aquí. Torea Joselito. El torero de moda es Gaona y también se anuncia Belmonte en su peor momento.
Ya os contaré la tarde...
Un Madrid-Barça de los de ahora.