lunes, 12 de marzo de 2012

¡A los toros! (y 2)

…No anda afortunado Joselito en los sorteos, que pleno de maestría se resigna: “Suerte que tiene uno”.
Gaona se ha llevado el toro de la corrida. Elegante como siempre, algo adocenado, pero en su momento. A la gente le ha llegado y le aplaude con fuerza en la vuelta al ruedo. Belmonte no lo ve por ningún lado y en silencio despectivo se retira a barreras. Sánchez Mejías, que había pareado tan valiente como suele al primero de Gallito, estaba siendo el protagonista de la tarde. Pero para su segundo toro solicitó José los palos, que compartió con Gaona. A algunos, por ignorancia o por fastidiar, les dio por pedir la participación de Belmonte. Los cuatro pares que dejaron Gallito y Gaona, dos por figura, enardecieron la plaza. Y ya no existían más toreros en el mundo. Empezaron a surgir gritos que se contagiaban como un virus: “¡Los dos solos! ¡Joselito, Gaona, y nadie más! ¡Una corrida para los dos solos!” ¿Quién recordaba a ese que en la corrida de la Cruz Roja puso Madrid boca abajo? Juan… ¿Qué?
Cuando tocaron a matar, ese quinto toro estaba tan desfondado y mareado como el público.
Salió el último de Concha y Sierra. Lo recibió Belmonte destacando en los remates. Las gaoneras de Gaona hizo olvidar lo realizado por Juan, y los lances suaves y largos de Joselito borró todo lo anterior. Cuando a Belmonte le entregaron la muleta y la espada, nadie podía pensar que en ese momento se marcaría una línea divisoria en la historia del toreo. Nadie antes había toreado así. Quién podía imaginar que se podía recoger la embestida en un natural y en los mismos vuelos ligar el de pecho. Y sin moverse. Una y otra vez. Sacando tripa para que vean que él no se encorva. Y un molinete al ralentí y maravilloso, de otro mundo, y otro ligado más terrenal. Y la estocada…
Al caer el toro bajaban los espectadores hipnotizados, palpando suavemente a ese ser transfigurado que había reinventado el arte de torear. ¿Quién se acordaba que había que pedir la oreja? Sólo un terremoto es capaz de que se ignore el protocolo.